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El Partido Comunista de España (PCE) había surgido en Extremadura durante el primer semestre de 1932 como consecuencia de las tensiones internas de las organizaciones socialugetistas de las dos capitales de provincia, a lo que habría que añadir la peculiar aparición de un fuerte núcleo comunista en el pueblo cacereño de Aldea del Cano. Estos primeros comunistas extremeños se organizaron en dos estructuras provinciales (comités provinciales) que encuadraban a otras organizaciones locales (radios) en las que participaban los afiliados (292 en marzo de 1932 y 500 en diciembre de ese mismo año).
Desde un primer momento los dirigentes comunistas extremeños, al igual que sus correligionarios del resto del país, desplegaron una actividad política cuyo eje fundamental fue la aplicación de la política de clase contra clase en tierras extremeñas. Esta línea política, desarrollada por la Internacional Comunista a nivel mundial y por su sección española (PCE) a escala nacional, dividía el universo sociopolítico en dos grupos enfrentados: los verdaderos representantes de la clase obrera que aspiraban a la revolución (los comunistas y quienes les seguían) y la burguesía contrarrevolucionaria, grupo donde se incluían desde socialistas, demócratas, conservadores, fascistas, etc. Y dentro de esta estrategia política se enmarcaba el denominado Frente Único por la Base , fundamentado en la caracterización de la socialdemocracia como una fuerza claramente contrarrevolucionaria. Esta consideración se basaba en la actuación de los dirigentes socialistas que contrastaba con el carácter revolucionario de sus bases. Por ello los partidos comunistas debían atraer a esas bases socialistas, denunciando a los dirigentes socialistas; quedaba así formulada de denominada teoría del socialfascismo.
La realidad política-sindical de estos momentos (primeros años republicanos) en Extremadura se caracterizaba por la hegemonía de fuerzas de matiz social-ugetista, por un lado estaba el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que en junio de 1932 contaba con 8.116 afiliados encuadrados en 108 agrupaciones locales, tenía 15 de los 23 diputados de la region y dirigía un buen número de ayuntamientos. Y por otro lado se encontraba la UGT, destacando su Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT), que en la región alcanzaba un desarrollo notable al contar en sus filas con casi unos 58.000 afiliados a mediados de 1932 organizados en 235 secciones locales.
En este contexto los comunistas extremeños no dudaron en considerar a los dirigentes socialistas y ugetistas de su región como contrarrevolucionarios al apoyar a un gobierno que reprimía en esos momentos a las organizaciones de los trabajadores agrícolas, si bien paralelamente se postulaba que las bases de dichas organizaciones eran proclives a la revolución y "podrían prescindir de estos jefes traidores y socialfascistas" para seguir los postulados comunistas. Postulados comunistas que en Extremadura se concretaban en reivindicar la "libertad de los presos, el desarme de la guardia civil, la expropiación de los .latifundios, ... y la constitución de los soviets."
Con este programa político el PCE en Extremadura va a intentar expandirse por diversas localidades. En el segundo semestre de 1932 y durante los primeros meses de 1933, los militantes de la capital pacense intentaban extender la influencia del Partido Comunista a otras localidades de la provincia como Don Benito, La Albuera, Fuente del Maestre, Almendralejo o Villanueva de la Serena. En dicha provincia destacaba la labor sindical llevada a cabo por los comunistas de la ciudad de Badajoz tras su expulsión de la UGT, pues habían conseguido estructurar una alternativa sindical a la Federación Local ugetista, la Unión Local de Sindicatos (integrada en la central sindical de inspiración comunista Confederación General del Trabajo Unitaria -CGTU-) de la que formaba parte el potente Sindicato Autónomo de Campesinos, verdadero referente sindical de los obreros agrícolas de la capital pacense.
Datos extraídos del artículo "Los comunistas extremeños y la huelga general campesina de junio de 1934" de José Hinojosa Durán y Antonio Doroteo López Rodríguez del Grupo de Estudios sobre la Historia Contemporánea de Extremadura (GEHCEx)
El Partido Comunista de España en la provincia de Badajoz durante el primer bienio republicano (de los orígenes -1932- a las elecciones del 19 de noviembre de 1933)
José Hinojosa Durán
Revista de estudios extremeños, ISSN 0210-2854, Vol. 55, Nº 2, 1999, págs. 541-590
El Partido Comunista de España en la provincia de Cáceres durante el primer bienio republicano (de los inicios -1932- a las elecciones de noviembre de 1933)
José Hinojosa Durán
Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños, ISSN 0210-9859, Nº. 43, 1998, págs. 29-64
El Partido Comunista de España (PCE) era una organización política muy joven en el territorio extremeño. Los primeros núcleos comunistas habían surgido durante el primer semestre de 1932, teniendo su origen en las tensiones internas de algunas organizaciones locales socialugetistas.
Desde un principio los afiliados del PCE se organizaron en dos estructuras provinciales que agrupaban otras locales (radios), englobando en diciembre de1932 un total de 500 afiliados en la región. Desde un principio los comunistas extremeños habían defendido, al igual que en el resto del país, el denominado Frente Único por la Base lo que conllevaba a considerar a los dirigentes socialistas y ugetistas extremeños como contrarrevolucionarios al apoyar a un gobierno que reprimía en esos momentos a las organizaciones de los trabajadores agrícolas, si bien paralelamente se postulaba que las bases de dichas organizaciones eran proclives a la revolución y podrían “prescindir de estos jefes traidores y socialfascistas” para seguir los postulados comunistas. Postulados comunistas que en Extremadura se concretaban en reivindicar la libertad de los presos, el desarme de laguardia civil, la expropiación de los latifundios y la constitución de los soviets.
Durante 1933 los seguidores extremeños del PCE mantuvieron esta misma línea política, que se concretaba en fuertes enfrentamientos con los máximos dirigentes del socialismo y ugetismo extremeño. Las elecciones a Cortes de noviembre de 1933 reflejaron que el PCE en Extremadura era un partido político minoritario, ya que apenas había alcanzado el 1% de los votos emitidos en ambas provincias y que sólo había logrado tener una mínima implantación en algo más de una veintena de localidades extremeñas (de un toral de unas cuatrocientas), destacando sobre todo la organización de la capital pacense.
Datos extraídos del artículo "Los inicios de la unidad de acción entre comunistas y socialistas en Extremadura durante la II República. (enero - septiembre 1934) Las iniciativas de los comunistas extremeños." de José Hinojosa Durán.
El Partido Comunista de España en Cáceres: durante el triunfo del Frente Popular al 19 de julio de 1936.
José Hinojosa Durán. (Historiador y miembro del GEHCEX)
La carta y la maleta. Análisis de la afiliación comunista en la ciudad de Cáceres durante los meses del Frente Popular.
José Hinojosa Durán. (Historiador y miembro del GEHCEX)
Un volcán rojo y violeta. Margarita Nelken.
Manuel Cañada Porras
Edición; Asociación 25 de Marzo.
Amor y revolución. Matilde Landa.
Manuel Cañada Porras
Edición; Asociación 25 de Marzo.
Cinco de la madrugada del día 25 de marzo de 1936. Como por ensalmo, en 280 pueblos de Extremadura más de 60.000 campesinos se concentran “provistos de azada y demás instrumentos propios para efectuar un deslinde”. Sin hacer ruido apenas, se juntan en las afueras de los pueblos y emprenden el camino hacia las 3.000 fincas señaladas. Se está gestando la ocupación de tierras más multitudinaria que han visto los tiempos. La Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FTT-UGT) ha aprendido de la huelga general derrotada en junio de 1934 y ha llamado a extremar la cautela, a trenzar contención y firmeza.
Un grandioso movimiento de labradores sin tierra, yunteros, braceros y jornaleros de toda condición, viene buscando la aurora, quebrando los albores de una nueva época. En el aire tiembla la imperecedera utopía campesina, el sueño centenario de la reforma agraria. “Evitad los choques con las fuerzas del orden público. Pero ni un solo paso atrás. Aquí estoy y aquí me quedo”, esa es la consigna. Burros, azadas, arados, puños en alto, gritos de Viva la República: esas son sus subversivas armas. Una conmoción atraviesa Extremadura de punta a punta, como lo hacen el Tajo y el Guadiana. Ese día, ante el asombro de propios y extraños, está floreciendo en el campo extremeño la semilla sembrada durante años de explotación, regada con sudor y hambre.
El 25 de marzo ha triunfado. No hay guardia civil suficiente para detener tanto anhelo de justicia, tanta ansia de redención. Una larga resistencia de siglos se condensa en esa jornada de liberación. En Extremadura, desde tiempos inmemoriales, la tierra ha estado concentrada en manos de unos pocos. La Corona, la Iglesia, las Órdenes Militares, la nobleza, la burguesía, los dueños absentistas se han ido pasando de mano en mano la propiedad de la tierra al tiempo que oprimían descarnadamente al campesino, manteniéndolo justo en el límite de la supervivencia. Ahora, en esta primavera insumisa está cuajando la repulsa de generaciones de jornaleros al desafuero hecho ley, al despojo de los bienes comunales, a la mercantilización de la tierra, a la desamortización para gloria de la burguesía. En este marzo de esperanza resuenan las ocupaciones del sexenio revolucionario (1868-1874), el bandolerismo social, la asociación Germinal y el primer Congreso Obrero en la Torre de Miguel Sesmero (1901), los motines del pan, la represión a los rebusqueros, el caciquismo, Castilblanco, los 600 jornaleros extremeños encarcelados en junio de 1934, los incontables muertos, la paciente siembra de otro mundo posible sin explotación donde al fin puedan hermanarse las palabras Tierra y Libertad.
“En Extremadura es donde los yunteros se habían convertido en el grupo campesino más politizado de España”, escribió Malefakis. O lo que es lo mismo, más consciente, más organizado, más capaz de representar el interés general de la sociedad. La clase obrera campesina de Extremadura se hizo pueblo y le dio la vuelta a la vieja cantinela del extremeño domesticado; como recuerda Víctor Chamorro, donde ponía “Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra (de arriba)”, el pueblo inscribió un nuevo rótulo: “Bienaventurados los bravos que se atrevan a defender su derecho a la tierra (de abajo), porque de ellos será un trozo de tierra arable, pisable, con la que combatir el hambre y con la que cambiar la vergüenza del hambre por la dignidad”.
Extracto del artículo " 25 de Marzo, el verdadero Día de Extremadura. " de Eugenio Romero Borrallo y Manuel Cañada Porras.
Exposición. La Reforma Agraria en Extremadura.
Tras la desamortización de Mendizábal y de los Concejos, el campesinado sufrió un duro golpe al privársele de su medio de subsistencia. Las tierras de las que venían siendo usufructuarios de forma colectiva pasando a manos de la alta y media burguesía.
En 1860 la población campesina de Extremadura era el 80% del total. Los jornaleros de Badajoz suponían el 54.5% y en Cáceres el 46.3%. Los arrendatarios el 5% de la región.
A principios del siglo XX comenzarán a abrirse los Centros Obreros quienes organizaron huelgas pidiendo aumento de salarios, reducción de la jornada laboral y el uso comunal de la tierra. En 1930 el 62% del terreno cultivable era de 1576 propietarios (el 1.74% del total)
En 1930 se crearía la Federación Española de Trabajadores de la Tierra. Su periódico "El Obrero de la Tierra" será un vehículo de concienciación y politización del campo extremeño. Con la proclamación de la II República, se abriría una gran esperanza para el campesinado.
En 1933 hubo invasiones de fincas, más de 150 en la provincia de Cáceres. En 1934 había un 40% de parados en el campo. El 5 de junio, tendría lugar la Huelga General en el campo extremeño que sería reprimida con detenciones masivas y cierres de las Casas del Pueblo.
El triunfo del Frente Popular en febrero del 36 suponía la aplicación rápida de la Reforma Agraria para el campesinado extremeño.
En la madrugada del 25 de Marzo, cerca de 70 000 yunteros y braceros de Badajoz salieron a ocupar latifundios, de manera sincronizada en 173 pueblos provistos de azada y demás instrumentos propios para efectuar un deslinde.
El 25 de Marzo ha triunfado. No hay guardia civil suficiente para detener tanto anhelo de justicia, tanta ansia de redención. Una larga resistencia de siglos se condensa en esa jornada de liberación.
El Gobierno enviaría tropas en gran número, con orden de disparar para desalojar fincas y el Gobernador Civil ordenaría el desalojo inmediato. La prensa fue censurada para que no diera noticias sobre estos hechos.
Pero tuvieron que retirar al ejercito y dar forma legal a las ocupaciones mediante el Instituto de Reforma Agraria (el IRA).
Durante la Guerra Civil, en la zona extremeña bajo el Gobierno de la República se llevaría a cabo la anhelada Reforma Agraria y en la zona de los sublevados fascistas se devolverían las tierras a los latifundistas.
La Junta de Extremadura no ha querido llevar a cabo la anhelada Reforma Agraria, adaptándola a la situación actual. Las subvenciones que llegan de la PAC van a parar a los grandes propietarios.
El PCE se convirtió durante la guerra civil en un partido de masas y en el principal sostén de la lucha contra el fascismo, en defensa de la República democrática. Indiscutiblemente, formaba parte de una estructura internacional, la Komintern, pero al mismo tiempo tuvo que enfrentarse a una situación muy dinámica como fue la guerra. La necesidad de reaccionar ante situaciones cambiantes situó al partido a veces ante un tiempo político y una táctica que no resultaron coincidentes con las que convenían a la estrategia soviética, interesada sobre todo en mantener el conflicto dentro de los parámetros de contención antifascista y de articulación de un sistema internacional de seguridad destinado a prevenir el expansionismo alemán, por lo que convenía no alarmar a las potencias occidentales. Esto ocurrió con la incorporación al gobierno de la República, por primera vez, de dos ministros comunistas, Vicente Uribe y Jesús Hernandez, una decisión interna no prevista en la estrategia de la Internacional Comunista, que prefería -como en el caso del Frente Popular francés- proporcionar apoyo externo sin participación en el gabinete.
Sin dejar de reclamarse como un partido de la Revolución (con mayúscula), el PCE se convirtió en un sólido baluarte de la defensa del republicanismo progresista fundacional. Frente a las tendencias que pretendieron materializar esa revolución desde una perspectiva micro (transformaciones radicales de la economía, la sociedad y las relaciones de producción a escala local), los comunistas supieron entender el enfoque macro, leer la guerra como una lucha agónica total y proponer la articulación de los instrumentos necesarios para afrontarla: un ejército popular disciplinado, con un mando único y una potente industria de guerra. En ese proceso, el partido se vio abocado a la triple tensión de, simultáneamente, sostener al gobierno, disputarse el espacio de la izquierda con otras fuerzas concurrentes y contener las pulsiones internas de algunos de sus sectores radicalizados. Nada de ello resultó en un equilibrio fácil de sostener, como se vio en mayo de 1937 y en los meses previos al golpe de Casado.
El PCE fue un partido cuya militancia creció de forma exponencial durante la guerra, pero que nunca pudo dar el salto cualitativo de controlar y encuadrar con eficacia a todos los que pedían su carnet y transformar a una masa de simpatizantes y afiliados en un organizado contingente de activistas. Movilizó a distintas capas de la sociedad española en torno a los valores de un ideario republicano de izquierdas (revolución democrática, reforma agraria, derechos para los trabajadores, educación popular, protagonismo de la mujer y de la juventud) del que supo convertirse en máximo exponente al ocupar un lugar de centralidad en la política del momento, explotando los instrumentos de la movilización de masas en el contexto de una guerra total moderna.
Se nutrió no solo de organizaciones del entorno tales como los Amigos de la URSS, el Socorro Rojo, Mujeres Antifascistas, JSU, etc. sino también de socialistas, republicanos de izquierda y, sobre todo, gentes sin experiencia militante previa, jóvenes y mujeres. Hombres jóvenes movilizados en filas, educados en la propaganda activa y forjados en los valores del nuevo Ejército Popular. Y mujeres que se sumaban con entusiasmo a cubrir los puestos de retaguardia, en las fábricas y en las células.
Por primera vez, el compromiso político ofrecía a las mujeres jóvenes otra forma de vida y sociabilidad que no eran las tradicionales casa, familia e iglesia. La militancia comunista fue la forma en que muchas mujeres jóvenes tuvieron acceso a la modernidad bajo la República en guerra. Este es el aspecto más significativo, hasta el punto de que se puede afirmar sin lugar a dudas que el PCE fue el partido más rejuvenecido y feminizado de la República en guerra.
El PCE fue un partido con vocación de poder, esencial en los principales aparatos del Estado, pero que hubo de retraerse por imperativo superior de asumir dicho poder, de acuerdo con las consignas de la Internacional y el objetivo de mantener el pluralismo frentepopulista. Al final de la guerra, fue la fuerza fundamental para el sostenimiento del gobierno de Juan Negrín y su política de resistencia, cargando con la animadversión de los partidarios de la capitulación, que llevaron al colapso de la República en marzo de 1939.
Más en el cuadernillo "De los orígenes a la lucha guerrillera", editado por el Partido Comunista de España.
Muchos en tierras de Extremadura habían participado antes y durante la guerra en singurales experiencias revolucionarias, en ensayos de nueva vida y autodeterminación. El régimen tenía una finalidad especial con la represión: jornaleros, campesinos pobres, obreros y trabajadores en general, intelectuales y profesiones de izquierdas, posibles opositores en resumen, tenían que ser obligados a aceptar el nuevo "orden" por medio del terror.
En definitiva, se trataba de restaurar las estructuras sociales y económicas características de la España agraria oligárquica, estructuras que habían sido tocadas seriamente en Extremadura. No hay que olvidar que aquí, ya en marzo de 1936, se habían ocupado casi la totalidad de los latifundios y varios de cientos de fincas más, por más de cincuenta mil jornaleros y pequeños campesinos.
Los primeros extremeños que escaparon a las sierras antes que someterse, tenían como objetivo principal huir de la represión, salvar la vida. Aparte de ocultarse de por vida como "topos", la sierra era la única salida viable, más en una tierra como Extremadura carente de salidas naturales hacia el exilio. La única salida es la raya de Portugal, pero ante la situación que se vivía en aquel país y en aquella frontera por al dictura de Salazar, que había entregado ya al nuevo régimen español cientos de refugiados políticos, muy pocos intentarían la aventura del exilio a través de Portugal.
Las Agrupaciones Guerrilleras en Extremadura serían tres: la 1ª, con casi toda la provincia de Cáceres y parte de Badajoz; la 2ª, con una pequeña zona de la Siberia extremeña y sur-este de Cáceres; y la 3º, con todo el este y sur de la provincia de Badajoz.
Datos extraídos del artículo "La guerrilla antifranquista en Extremadura" de Justo Vila Izquierdo, publicado en el libro "El movimiento guerrillero de los años 40" editado por la Fundación de Investigaciones Marxistas.
La guerrilla antifranquista en Extremadura
Justo Vila Izquierdo
El movimiento guerrillero de los años 40 (2ª ed. revisada y ampliada)
Editado por la Fundación de Investigaciones Marxistas. ISBN 84-87098-39-8
¡Garrote vil! para el último jefe de la guerrilla extremeña
José Mariano Agudelo Blanco
Revista de Estudios Extremeños, 2017, Tomo LXXIII, Número I, pp. 615-640.
A medidos de la década de los setenta el Partido Comunista de España atravesaba una situación de extraordinaria debilidad en Extremadura, si se compara con la fortaleza que había alcanzado en el conjunto del país, y si se compara, sobre todo, con el vigor que había cobrado en zonas como Madrid, Cataluña, Asturias, Valencia o algunos lugares de Andalucía.
En este sentido, las limitaciones iniciales del Partido Comunista en Extremadura se debieron en gran medida a las dificultades materiales que se daban en la región de cara a dinamizar esos frentes de masas que tanta fuerza habían reportado a los comunitas en otras zonas.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que el sector industrial en Extremadura era raquítico, y estaba diseminado en pequeñas unidades productivas dónde la concentración de trabajadores era mínima. De hecho a la altura de 1970 la actividad vinculada al sector secundario apenas superaba el 15%, y los centros de trabajo que contaban con plantillas relativamente numerosas se reducía a las conserveras hortofrutícolas de las Vegas Altas; a una fábrica de motores de riego en Zafra con varios talleres metalúrgicos crecidos a su sombra; a las pequeñas empresas de producción de las dos capitales de provincia y a algunas industrias de transformación agrícola y de producción textil en Mérida, quizá el mayor núcleo industrial -y la expresión ya le va grande- de la región. En definitiva, los planes de desarrollo diseñados por los tecnócratas del Opus Dei apenas tuvieron incidencia directa en Extremadura, y eso sumió a la región en una situación de parálisis económica que redundó en su condición de zona subdesarrollada. Pues bien, con esta base social resultaba especialmente difícil levantar un movimiento obrero que por entonces reclamaba al proletariado industrial como su eje vertebral, y con esa anemia industrial y sin grandes unidades productivas donde la concentración de trabajadores favoreciera la toma colectiva de conciencia sociopolítica resultaba extraordinariamente complicado diseñar una acción sindical intensa y sostenida en el tiempo. Junto a esto el mundo agrario presentaba una amplia casuística de situaciones sociolaborales con propietarios de distinta entidad y jornaleros de diferente condición, que no estaban igualmente inclinados a la protesta y que eran más vulnerables que los trabajadores urbanos a la acción represora de la dictadura. Finalmente, es cierto que el sector servicios experimentó un crecimiento importante en la región durante la dictadura, hasta el punto de alcanzar al 30% de la población activa; pero no lo es menos que este sector apenas se prodigó en acciones de protesta en el conjunto del país, a excepción de algunos técnicos y profesionales liberales (sanitarios, abogados, intelectuales, etc.) que escaseaban en la región dado su ínfimo nivel de desarrollo económico y cultural. En definitiva, atendiendo a estas bases materiales se explica en cierta forma que la conflictividad sociolaboral en Extremadura fuera hasta mediados de los setenta liviana y episódica.
En segundo lugar, el movimiento estudiantil, que tantos quebraderos de cabeza había dado a las autoridades franquistas en las principales ciudades españolas, fue, al menos en su más beligerante expresión universitaria, completamente inexistente en Extremadura en los años sesenta por la razón obvia de que en la región no se consolidaron centros de formación superior hasta comienzos de la década siguiente. Este vacío fue, en términos más genéricos, una pesada rémora para el despertar de una conciencia crítica, por cuanto que la ausencia de universidad suponía prescindir de uno de los principales canales de difusión de las corrientes ideológicas alternativas del momento, así como de iniciativas culturales que sin estar estrictamente ideologizadas pudieran rivalizar con los valores atávicos de la dictadura. No obstante, la creación de la Facultad de Ciencias de Badajoz a finales de los sesenta y del Colegio Universitario de Filosofía y Letras en Cáceres en 1971, y la fundación dos años después de la Universidad de Extremadura como resultado de la fusión de los dos centros mencionados, invertirían esta situación, creando nuevos focos de disidencia en los que se formaron destacados cuadros que nutrirían a las organizaciones de la izquierda y donde se gestaron muchas de las ideas que informaron su activismo.
En tercer lugar, Extremadura no experimentó el crecimiento urbanístico que conocieron otras regiones a tenor de el desarrollismo, y por tanto no sufrió la creación prácticamente ex novo de grandes barriadas obreras socialmente desasistidas, sin apenas infraestructuras de comunicación y sin los servicios municipales necesarios para llevar una vida digna, que fue el caldo de cultivo en el que se gestó la protesta ciudadana de orientación democrática en grandes núcleos como Madrid, Barcelona y sus ciudades dormitorios. Por el contrario, Extremadura estaba poblada por núcleos de pequeño y mediano tamaño que en términos generales vieron mermar sus efectivos a lo largo de los sesenta. Los barrios más populosos de las principales localidades, aunque técnicamente mal asistidos y socialmente depauperados, tenía una composición sociológica distinta, una trayectoria diferente y unas formas propias de solidaridad entre sus vecinos que hacían difícil que el malestar se tradujera en la articulación de un movimiento ciudadano de orientación democrática similar al que se daba en otras ciudades. Pero además el peso determinante de un mundo rural cerrado sobre sí mismo y el secular aislamiento de la región de las principales rutas comerciales y culturales del país hacía de la sociedad extremeña, en términos generales, una víctima fácil de la acción propagandista del Régimen y de los valores del nacional catolicismo, un espacio bastante impermeable a los nuevos valores que había traído el turismo o la menos subrayada pero más determinante innovación cultural de las nuevas generaciones autóctonas en disensión con la dictadura, un espacio que se parecía bastante a esa reserva espiritual de occidente que Franco quería para toda España.
Datos extraídos del artículo "El PCE extremeño en el tardofranquismo y la transición. Una aproximación." de Juan Antonio Andrade Blanco.
El Partido Comunista de España en Extremadura a mediados de los cuarenta. Reorganización y caída.
José Hinojosa Durán.
El PCE extremeño en el tardofranquismo y la transición. Una aproximación.
Juan Andrade Blanco.
Revista de estudios extremeños, ISSN 0210-2854, Vol. 65, Nº 1, 2009, págs. 379-416
La organización universitaria del PCE en Cáceres durante el tardofranquismo.
José Ramón González Cortés, José Hinojosa Durán y Juan Antonio Andrade Blanco.
II Congreso de Historia del PCE
Madrid, 22 – 24 de noviembre de 2007
La oposicion política al final del franquismo en Extremadura. Notas sobre la actuación del Partido Comunista de España.
José Hinojosa Durán.
Historia del tiempo presente. Teoría y Metodología. Edita; Universidad de Extremadura. I.S.B.N.: 84-86782-32-5